domingo, 15 de noviembre de 2009

EL MUNDO DEL DOCTOR ADVENTO

Con el paso del tiempo la memoria del ser humano va reteniendo lentamente las cosas, en contraste con la rapidez con que absorbemos de pequeños los hechos.

Aún así, en la niñez se nos borran situaciones de gran importancia y mucho más tarde aparecen de nuevo como proyectadas ante nuestros ojos adultos y autorizadas a nuestro entendimiento.

Eso es lo que me ocurrió hace unos días. Hasta ahora no me he atrevido a contarlo por lo extravagante y fantasioso que pueda parecer a la mayoría de mentes incrédulas. Yo mismo me considero desconfiado de las historias que se cuentan respecto a como será el futuro. Y de eso se trata, una visión del futuro inmediato a través de las enseñanzas que recibí del Doctor Advento. Así que, cual vulgar Teresa Forcades, mi responsabilidad me obliga a ello.

Fui un niño bastante inconsciente, corría creyendo que el mundo estaba vacío de obstáculos a los que sortear. Mi cabeza tiene algunas cicatrices de esos obstáculos, podría ser el mismísimo Hamba Gahle, aquel personaje sudafricano del que os relataba en una entrada anterior y que siempre estaba al borde de la muerte.

Según me contó mi tía, un día me llevó a un parque de atracciones, que es como entendemos de pequeños el mundo, y en una de mis inconsciencias o temeridades pasé corriendo delante de una barca que se columpiaba, yo que saltaba en tierra firme vi volar una barca extraviada del mar que dirigía la proa hacia mi sorpresiva cabeza.

El impacto debió ser brutal pues perdí conocimiento de todo lo que me ocurrió inmediatamente después y que hasta hace unos días no he vuelto a recuperar.

Sabía, a través de mi tía, que un hombre mayor con acento extranjero se acercó a mí curándome la herida. Hasta ahí los hechos que ya conocía, lo que viene ahora es la continuación que mi memoria a recuperado.

Para situaros geográficamente os diré que el parque de atracciones está en la montaña del Tibidabo, en la parte Noroeste de Barcelona. Era un lugar al que íbamos a menudo con mis padres y mi hermana por la proximidad de donde vivíamos. La urbanización de la montaña se debe al impulso del filántropo farmacéutico, Doctor Salvador Andreu Grau, así como la construcción del parque de atracciones inaugurado en 1899, aunque su nombre es mucho más conocido por las famosas “pastillas para la tos del Doctor Andreu”.

Es necesario hacer un breve recorrido por la historia del Doctor Andreu, pues como hilo de Ariadna nos conducirá de regreso al inicio de mi recuerdo.

Nació en 1841 y fundó su primera farmacia en 1866, vendiendo especialidades importadas y algunas fórmulas magistrales. Fue en 1868 cuando comercializó las pastillas contra el asma y la tos que le abrió mercados al extranjero, principalmente América Latina. A pesar de que al final del siglo ya disponía de una plataforma industrial bien establecida, no desarrolló la vertiente industrial y científica del negocio farmacéutico, sino que se dedicó a la promoción inmobiliaria, falleció en 1928.

Salvador Andreu vivió en el siglo de los grandes descubrimientos, el teléfono en 1876, la lámpara eléctrica en 1879, los descubrimientos de Livingstone que inició hacia 1880 el reparto de los territorios africanos entre las potencias europeas, en 1900 el matrimonio Curie realiza las primeras experiencias sobre la radioactividad del uranio y Fleming descubre la penicilina el año en que muere el Doctor Andreu, que se perdió en 1939 el descubrimiento de la fisión atómica.

Así que se puede decir que era un hombre de su época, inventor y empresario que consolidó una gran fortuna gracias a la tos.

Hoy en día las industrias farmacéuticas se enriquecen con la gripe que es una evolución de los síntomas de la tos.

Pues bien, los laboratorios del Doctor Andreu están ubicados en la ladera del Tibidabo, cerca del parque de atracciones donde tuve aquel terrible accidente. Yo tendría unos 4 años cuando ocurrió, fue en 1959, año en el que los laboratorios ANDREU crearon la asociación de vitaminas B1, B6 y B12 (BETRIPLE). De esas vitaminas estaría yo bien saciado por la energía que derrochaba.

Y en ese punto retomo el hilo cual Teseo en el laberinto.

Aquel hombre mayor con acento extranjero que me curó, trabajaba en aquellos laboratorios y decidió tomarse una pausa en su trabajo de investigación para pasear por el parque. Al verme en el suelo inconsciente y sangrando se acercó para tomarme en brazos y me llevó hasta el edificio del Doctor Andreu. Mi tía le acompañó aterrada en sollozos.

Hoy recuerdo aquellos momentos que se nublaron entonces. Veo con claridad una sala muy luminosa y enorme, en ella unos cubos de cristal servían de laboratorio independiente, ocupados cada uno de ellos por cuatro químicos. También tenían las primeras calculadoras e integradoras numéricas digitales electrónicas (ENIAC), así como analizadores robotizados de segunda generación (RA-sg). Estoy oyendo la música que sonaba en aquel espacio acristalado, luminoso y aséptico, eran los ricercare de la Ofrenda Musical de J. S. Bach.

En ese entorno exento de alma humana (a excepción de la música), donde la arquitectura del cerebro se expresaba con tanta tecnología y sofisticación, los ojos de un niño medio inconsciente, asustado y herido, no podían entender aquel espacio sino como una atracción más del parque donde había ido a jugar. Aquellos inexpresivos hombres y mujeres (en eso también estaban muy adelantados, pues buscaban los mejores científicos sin prejuicios sexistas) estaban creando la moneda del futuro. Ni el oro podía ya competir con las fórmulas magistrales que con el tiempo se convertirían en el Tamiflu que produciría Hoffman-La Roche, laboratorios que en 1978 adquirieron la marca del Doctor Andreu.

El Doctor Advento que así se llamaba mi sanador, me instaló en un escáner que emitía ondas cicatrizantes y regenerativas. Aquel aparato apareció públicamente en 1963, cuatro años más tarde, aunque su inventor, Rudolf Hell, era en realidad el doctor Advento y sus aplicaciones no tenían nada que ver con las que se utilizaron conmigo.

El secretismo de aquella industria es un misterio para mí, pero ahora ya nunca olvidaré las palabras del Doctor Advento cuando me acompañó hasta donde me esperaba mi tía: “el mundo futuro será de los tecnócratas”. Era el año 1959, en España influyentes personajes próximos al Opus Dei llevaban las riendas de lo que se llamó “el desarrollismo” o “plan de Estabilización”.

7 comentarios:

montserratqp dijo...

O són casualitats o ara haurem d´esperar fins el proper diumenge. Ai, se´ns farà llarg.

No sé perquè però he seguit tot el relat en blanc i negre.
Algun dia ens podries explicar en quines circumstàncies vas recuperar els fets passats. Sempre demano.

Jordi Pascual Morant dijo...

Montserrat, no son casualitats, és que vaig una mica enfeinat.
Lo del blanc i negre és perquè parlo del temps de la primera tele?
Algun dia...
Ja saps, per a la tos, pastilles del Doctor Andreu.
una abraçada!

Esco Guilmon dijo...

Jo, com montserrat, veig clarament tambè aquestes imatges en blanc i negre, els teus records tornen al present en forma d'esplèndida pel·lícula de sèrie B (podria dir també expresionista si això et complau més) que, sincerament crec, és la millor forma per la nostra generació de trobar metàfores que expliquin la seva infantesa.

Jordi Pascual Morant dijo...

Alex,
vols dir que som actors de segona fila? no tenim opció a guanyar cap Oscar? A la propera prometo un assassinat.

@SusVersiva dijo...

Què curiós: fa menys d'una setmana, en una trobada amb un amic, m'explicava la història del Dr. Andreu, incloent les seves inversions immobiliàries. Ara tu... no sé quina part pot ser ficció o biografia, però després de no haver sentit a parlar estrictament mai del laboratori i del seu creador, és força sorprenent per a mi que me'n parlin en dues ocasions tan próximes. En el teu cas, a més, associat a una història de vida que, probablement, si és real, et marcaria conscient o inconscientment per sempre. Tu ets com ets per les pastilles de la tos? El laboratori va dedicar part del seu esforç d'innovació a algun producte infantil gràcies a la teva figura desvalguda? Baixaré jo la guàrdia envers els laboratoris després de sentir la humanitat amb què et van tractar?

Són ben curiosos els records dels infants. Sentia dir en el programa del Punset fa poc que els nens no tenen l'estructural cerebral per emmagatzemar records: no tenen memòria. En canvi, jo tinc records d'estar al bressol, recordo escenes en què em posaven els panyals, recordo com m'agafaven a coll i be per portar-me a vestir, recordo el cop al cap del meu germà quan jo no anava encara a escola (com a molt tenia dos anys, doncs). Ara tu recuperes d'estructures inexistents estranys records que tenen a veure el que he sentit fa una setmana. Tot és màgic, anti-científic i un pèl fantasmagòric. I m'encanta.

Una abraçada.

Esco Guilmon dijo...

Vigilaré la meva esquena

Jordi Pascual Morant dijo...

Susana, sóc com sóc a cop de "ñaños" al cap, d'obstacles en el món de les atraccions, d'aquí la meva ficció-realitat.

Ves a saber si aquest amic teu te alguna cosa a veure amb el Doctor Andreu, també.
En tot cas son mons que pertanyen a la memòria de unes generacions en decadència governats pels mateixos de sempre, en definitiva, els tecnòcrates.

Jo em quedo amb el teu encant.
Una abraçada.