En esta tercera versión cinematográfica del drama personal de Tolstói adaptada por Jean Anouilh y Julien Duvivier, hay algo que sobresale por encima de todo, y ello es una exquisita “finesse” de ambiente y atmósfera, con un empaque total de dignidad artística.
Es una lástima, empero, que ello se vea malogrado en ciertas secuencias por unos forzados y reiterativos planteamientos de carácter, que resultan más al descubierto por una interpretación secundaria muy “inglesa”, es decir, algo fría y en ciertos momentos estática e inexpresiva. Así por ejemplo incluso en los primeros papeles ya que a Kieron Moore no le bastan sus ojos profundos y su físico para sobrellevar una interpretación que no pasa de discreta, e incluso el mismo Ralph Richardson, gran actor, al lado de escenas magníficas tiene otras que se asoma el resabio teatral.
Vivien Leigh en cambio, está por encima de todo ello, ofreciéndonos una de sus mejores interpretaciones; más bella que nunca, expresiva en todo momento y plena de matices.
Lo más logrado de la cinta lo obtuvo Duvivier, aparte de la atmósfera y el ambiente, en los diálogos de Karenin con su mujer, pero en cambio le falta tacto en la escena final, quizá por querer sustraerse a la anterior versión de Clarence Brown. Duvivier ha machacado demasiado en forma excesivamente cruda el pecado mortal que comete Ana Karenina. Recordando la versión de Brown de dicha escena, que intuición, que sugerir, solamente a base de sombras y ruidos de fondo la tragedia llegaba más a nuestra alma, sólo presintiéndola, sin verla. En cambio, Duvivier, se muestra demasiado realista y por ello la escena roza los límites de lo repelente y en consecuencia se aparta de una resolución que pudo ser imaginativa y simbolizada.
A pesar de todo ello no empaña el máximo valor de la cinta, que como decimos anteriormente, rezuma toda ella honradez y dignidad artística.
jueves, 29 de octubre de 2009
ANA KARENINA
miércoles, 28 de octubre de 2009
ESBOZOS
sábado, 24 de octubre de 2009
BIENVENIDO HAMBA GAHLE
No he viajado mucho, seguramente en muchos sentidos, lo cual no da a mis juicios suficiente interés, más valor tienen las experiencias de otros a los que considero imprescindibles para saber del sentido de la vida y del hombre. Seres a los que su piel se ha convertido en corteza que esconde los círculos concéntricos que con el paso del tiempo han crecido en su interior, siempre alimentándose de raíces profundas, tan extensas que llegan al límite de un núcleo lleno de fuego.
En uno de mis escasos viajes, aunque en ese caso fue un país lejano, me encontré con un personaje muy especial. Fue en Sudáfrica, cerca de Durban. Una de mis mejores amigas nació allí, y gracias a su extrovertida relación con las personas (blancas y negras) de aquella ciudad, fuimos invitados por Mercy, cocinera de su primo, a pasar un par de días con su familia en un poblado llamado, Inanda, donde los únicos blancos éramos mi amiga y yo.
Nos reservaron una gran estancia para nosotros solos. Era una choza circular con el techo de mimbre y paja. Una cama, dos sillas y una mesita eran lo único que le daba el aspecto de una habitación.
El retrete, situado en una ladera de la zona, era comunitario para unas cuantas familias. Consistía en una cabina que escondía un pozo con cal en su interior, supongo que con la intención de higienizarlo para los visitantes recién llegados.
Hicieron una cena generosa y alegre. Muchos familiares de los anfitriones nos acompañaron en una comida llena de especias sin llegar a ser muy picantes, más bien aromáticas, como sus conversaciones.
Uno se da cuenta que los seres humanos tenemos una facilidad de adaptación considerable, pues aún en las circunstancias más pobres sabemos crear momentos festivos que nos unen. Se respiraba verdadero afecto.
Los familiares invitados, una vez avanzada la sobremesa, empezaron a despedirse. En un reducido círculo de tertulianos el más viejo del grupo (a pesar de tener 54 años parecía mucho mayor), nos contó su largo historial de accidentes siempre al límite de la muerte.
Pocas semanas antes de nacer Bienvenido (traducido del Zulú), que así se llamaba aquel envejecido hombre de 54 años, su madre tuvo un grave accidente al caer de un camión abarrotado de gente. Creyeron que habría perdido a su hijo. Tuvieron que cuidarla día y noche mientras Bienvenido se preparaba, a pesar suyo, para ver el mundo.
El parto, aunque difícil por la resistencia del bebé a salir, no supuso ningún problema ni pareció que hubiera afectado físicamente al pequeño. La madre sobrevivió y dio vida a otro ser.
Bienvenido creció con mucha energía y su curiosidad le llevó a extremos increíbles de temeridad, como intentar acariciar a unas crías de leona un día que se escapo de la vigilancia de sus padres. La madre leona se lanzó sobre el pequeño diablo y la madre “no hay más que una”, sobre la bestia. Pronto llegaron el resto de familiares humanos que lograron ahuyentar al animal. El diablillo tenía unas profundas marcas de colmillo y sangraba abundantemente, mientras que su madre tenía heridas más graves y murió en pocas horas.
Bienvenido sobrevivió gracias a la valentía de aquella mujer que le dio una segunda oportunidad.
Mientras nos contaba su relato, los que allí estaban asentían con un fugaz canto de lamentación al final de cada secuencia, ¡Hamba Gahle!, que significa: vete con Dios.
Siguió narrando cómo se escapó de nuevo de su entorno custodio. Tenía 14 años y su afán de aventura y riesgo no cesaba a pesar de recibir más de una advertencia sobre la peligrosidad de perder la vida por la imprudencia en vivirla; tal vez eso era lo que le atraía.
Subió a un tren quizá para aumentar la velocidad de su propia existencia, o para llegar antes a su destino, que es el de todos, morir.
Pero había algo en él que le protegía de cualquier final que no fuera la noche y el dormir, único instante en el que parecía aceptar una tregua al duelo constante en el que vivía. Él, sin armas, más bien sobrevivía porque los “otros” fallaban su puntería.
El tren descarriló, ¡cómo no! Entre los amasijos de hierro y madera sobresalió una cabeza que aún respiraba. Bienvenido estaba atrapado, metafóricamente entre la vida y la muerte, entre aquellos retorcidos materiales férricos y su aliento.
Estuvo varios meses en el hospital recuperándose de importantes traumatismos por todo el cuerpo, hasta que finalmente volvió a retar a su “contrincante”. ¡Hamba Gahle!.
Cuando pudo, se puso a trabajar en la extracción de diamantes, no por su cuenta, claro, si no para la empresa Petra Diamonds Ltd. Las condiciones eran muy duras y un día decidió aumentarse el sueldo llevándose una pequeña piedrecilla como portador infiltrado para un grupo organizado de ladrones.
Lo descubrieron y en su huída fue perseguido hasta unos terrenos cercanos a un parque nacional donde vivían en cautiverio animales salvajes. En su intento desesperado de escapar se introdujo en esa zona de gran peligro. Los agentes que le perseguían disponían de armas para protegerse lo cual no les infundía temor adentrarse en ese espacio prohibido. Se escondió entre malezas intentando no ser visto, ni por sus perseguidores ni por los depredadores que podían merodear por aquel lugar.
Cuando creyó que había despistado a los agentes se arriesgó a salir de su escondite, prefiriendo una muerte salvaje a otra “humanizada”. Los rinocerontes blancos no suelen tener buena vista y se alejan de cualquier movimiento que observan, pero cuando llevan una cría con él son muy agresivos y se lanzan sobre lo que consideran que puede ser un peligro para su pequeño.
Bienvenido fue corneado por ese punto de mira prominente del que esos animales hacen ostentación. Tan fuerte fue el golpe que lo desplazó a
Bienvenido fue rescatado y detenido al mismo tiempo, aunque no sabían si salvarían su vida.
Nuevamente el hospital fue su hogar del que salió reconstruido, pero al salir le encarcelaron. ¡Hamba Gahle!.
Llegados a este punto de la resumida biografía que nos contaba Bienvenido, Anet mi amiga, y yo, nos miramos sorprendidos y expectantes, pues hacía sólo dos años que Mandela se había convertido en el primer presidente de raza negra de
Al parecer, según nos dijo Bienvenido, la amistad que nació entre los dos fue creciendo a medida que Mandela conocía los detalles de la vida de aquel maltrecho joven de 25 años. Le impresionó su valentía y arrojo vital hacia la aventura, y por supuesto, la milagrosa capacidad para sobrevivir a tantas situaciones cercanas a la muerte que él perseguía.
Bienvenido conoció de primera mano los ideales del hombre que cambió la situación de apartheid que vivía su país, se interesó vivamente y le prometió luchar por esos mismos ideales al salir de prisión. Fueron dos años de reflexión durante los que decidió entregar su vida por una causa digna.
El día que salía de Robbend Island, se fundía en un largo abrazo con aquel hombre que le sirvió de guía para dirigir ése impulso incontrolable que nacía de su interior más desconocido. ¡Hamba Gahle!.
Se afilió al Congreso Nacional Africano (ANC) y siempre estaba en primera línea de las manifestaciones. Nos mostró algunas cicatrices de heridas de bala, una cercana al corazón.
Su posición se volvió más radical y llegó a formar parte del Umkhonto we Sizwe (‘Lanza de
Al volver a su país, el avión en el que iba se estrelló al intentar un aterrizaje forzoso.
Eran 45 guerrilleros más los dos pilotos. Murieron todos, excepto uno, él.
Con quemaduras y graves lesiones estuvo internado más de un año en el segundo útero materno, que él llamaba al hospital de turno.
Pensó que por más que quisiera dejar éste mundo una fuerza misteriosa siempre lo salvaría, así que a partir de aquel momento dedicó su vida a salvar otros suicidas más normales, como los que se cuelgan de los árboles o se lanzan desde los acantilados, seres que en el fondo reconocen imposible su deseo de vivir.
Bienvenido no deseaba vivir porque no le interesaba éste mundo, no era una conclusión meditada, era el impulso que la mutación de un gen había provocado en él, como el que siente la necesidad de jugar, de aprender, de crear.
Hoy, a mis 54 años y recordando aquella noche, me siento resignado a ser lo que mis genes me ordenan. Imaginarme historias como éstas que nacen de un impulso profundo y salvador. ¡Hamba Gahle!.
miércoles, 21 de octubre de 2009
TENTACIONES
En julio de 1995 realicé una serie de collage que titulé, “Tentaciones”, nombre del suplemento del periódico, “El País”. Recortaba formas de las imágenes que me atraían y tras la composición en el papel las perfilaba en negro.
Fue un verano en el que, después de un viaje al Delta del Ebro (Tarragona) en bicicleta con unos amigos, volví afectado de una hepatitis A. Tuve que estar en reposo absoluto, lo que me fue de perlas, pues mi estado físico no era de dolor, si no de cansancio. De ese estado lánguido, relajado, lento, realicé un gran número de estudios de color y negro, donde las formas simples de los primeros collage se iban convirtiendo en mesas de objetos a lo largo de aquellos días.
He aquí una muestra.
sábado, 17 de octubre de 2009
DIBUJOS (ANET)
A mi amiga Anet le hice muchos retratos, algunos se parecen a ella, otros no tanto, pero nacieron diferentes personajes que expresan su múltiple personalidad y mi propia dispersión creativa.
He seleccionado estos cinco dibujos por la diferencia de estilo y expresión.
Sobre su obra podéis ver este enlace: http://www.anetduncan.com
Y en este otro:
http://elcajondelospretextos.blogspot.com/2009/10/la-pintura-de-anet-duncan.html
CRÍTICA DE CINE (RECUERDA)
El género detectivesco ha llegado a explotarse en demasía y convenía buscarle una variación. Esa surgió en forma de melodrama psicológico, del que se sacó un efectismo positivo con el uso de las técnicas fotográficas. Pero la ambición cineasta es muy amplia y del campo psicológico se aventura al peligroso terreno de le psiquiatría. Peligroso por su fragilidad de comprensión, dificultades de exteriorización é influencia nociva, si no fuera Alfred Hitchcock -mago del melodrama- su realizador.
En ese estilo, Hitchcock - continuando en América su brillante carrera iniciada en Inglaterra -, ha impregnado a sus cintas, vulgares en el fondo, una calidad artística y un sello personal inconfundible. Ese sesgo singular, el ambiente original -quid de todas sus películas-, su dominio del momento intensivo, pulsativo de los resortes emocionales, calculador de la intensidad en la acción, jugando siempre con los nervios del espectador, apurando angustiosamente el momento que se espera, todo ello aunado con el maravilloso uso que hace de la cámara le han fundamentado esa personalidad especializada, que incluso el "estandarismo" americano no ha podido desfigurar. En el complicado juego del psicoanálisis manipulando con paranoicos y esquizofrénicos Hitchcock nos maravilla nuevamente con su talento.
La interpretación es inmejorable, una Ingrid Bergman cada vez más actriz de lo que ya nos tiene acostumbrados, expresando su excepcional temperamento con elegantes maneras, intensidad y candor sentimental. Gregory Peck confirma y revalida su meteórico estrellato con su atormentado papel y los secundarios, como siempre, ajustados al engranaje de toda producción perfecta.
RECUERDA es un film alucinante, absorbente, sobrenatural, que ahonda en el misterio de la mente humana y que sólo el genio y la habilidad de Alfred Hitchcock podía llevar al éxito mas completo y logrado.
Distribución Procines
martes, 13 de octubre de 2009
UNA VEZ FUI MILITAR
¿Puede quedar algo positivo después de 18 meses de servicio militar obligatorio para un chico de 20 años? Si concretamos más en las preferencias de ese joven diciendo que estaba interesado en leer filosofía, que amaba el arte y descubría la música de Thelonius Monk, seguramente sacaremos una única conclusión, ¡Qué perdida de tiempo! Pues ése joven era yo.
En aquel tiempo, un año después de la muerte del Dictador Franco en 1975, aumentaban los objetores de conciencia. Eran detenidos y la cárcel era su servicio militar. Pero gracias a ellos, hoy, el servicio militar ya no es obligatorio. O quizás los papás de clase alta ya no querían pagar más sobornos para que sus hijos sortearan pasar por tan “servicial” servicio, o talvez el coste económico que suponía para el estado mantener a tanto soldadito ya no era necesario, o... Quién sabe qué pudo más. Prefiero pensar que fueron los valientes defensores de la libertad de conciencia.
Así que llegué a San Fernando (Cádiz), a una especie de chalet gestionado por unos pocos militares. Centro de adiestramiento, le llamaban, como si fuéramos perros amaestrados.
Al final del curso de sonar hacían un examen que permitía a los mejores escoger el siguiente destino, el preferido era quedarse como ayudante del instructor.
Cosas del destino, el azar, o la divina providencia, me dieron un cuestionario en el que se apreciaba una cruz borrada en cada una de las respuestas correctas de un listado. Así lo deduje, pues en muchas coincidía con las que yo me sabía. Ni corto ni perezoso empecé a señalar cada una de las marcas fantasmas del cuestionario con la intención de sacar la máxima puntuación y escoger una ciudad diferente de destino. Siempre me quedará la duda si alguien conscientemente me facilitó aquel documento manipulado o bien fue fruto de algún despiste involuntario.
¡Sobresaliente! ¡10 sobre 10!
El resto del servicio militar lo pasé en aquella pequeña y tranquila ciudad. Alquilamos con otros compañeros un apartamento y cada tarde me iba allí, donde pintaba, o bien leía algunos libros que sacaba de la biblioteca municipal.
Si habéis llegado hasta aquí permitidme un par de líneas más para encontrar la respuesta a mi primera pregunta.
Los mandos militares de aquel lugar me encargaron el cuidado de la pequeña biblioteca que tenían para uso de todo aquel que quisiera instruirse, principalmente en cuestiones militares.
Me sorprendió encontrarme con una gran cantidad de ejemplares de la revista “Triunfo”, una publicación que encarnaba las ideas y la cultura de la izquierda de esa época y fue símbolo de la resistencia intelectual al franquismo.
Conclusión: ni fui un buen soldado, ni un experto “sonarista”, ni un cuidadoso bibliotecario, pero de esos 18 meses de “cautiverio” tengo un material artístico considerable que tal vez os vaya ofreciendo regularmente. Hoy os presento, mi “Triunfo personal”.
domingo, 11 de octubre de 2009
DIBUJOS
Hoy he estado releyendo los textos del libro “RETÒRICA DE CAMBRA”, intentando encontrar alguno que pudiera incorporar al blog. Finalmente me he decidido por escanear los dibujos que acompañan a los textos. No encontraba ningún discurso convincente, claro, informativo y mucho menos formativo. Hay una parte de la retórica que únicamente pretende convencer mediante técnicas persuasivas. He de reconocer que estos textos tienen un cierto artificio y escritos sin convicción. Se alejan del arte del bien decir y la elegancia, con razones que no vienen al caso. Un exceso de elucubración improvisada.
No en vano, con el paso del tiempo se convirtió más en un diario que en una tesis filosófica.
Dicho esto, quiero pensar que las ilustraciones que acompañan los textos se alejan de esa presunción retórica.
Seguiré leyéndolo, tal vez en algún momento pude estar inspirado y acertar en la diana, lanzando con buen estilo literario el argumento de una idea.
sábado, 10 de octubre de 2009
TEMPUS FUGIT
viernes, 9 de octubre de 2009
PROCESO DE TRABAJO EN "LUCES"
La primera con formas curvas en continuidad con la serie Orgánicos, la segunda incorporando la figuración. El resultado me motiva para iniciar una serie de retratos. ¿Tal vez titulada, Iluminados?
Así se les llama a los manuscritos medievales realizados por los monjes en los monasterios. En ellos destacan las ilustraciones por su fuerte colorido y superan en interés a los textos, principalmente de carácter litúrgico.
A estos dibujos se les llama miniaturas, no por su tamaño sino por el uso de minio como pigmento. Estas miniaturas permitían localizar los párrafos buscados por relación entre el dibujo y el texto (sistema sustitutivo de los índices).
La luz solar es un componente imprescindible en los vitrales, la importancia de emisiones lumínicas sobre o a través de las superficies forma parte de nuestras vidas y nuestro conocimiento. Utilizar la luz artificial para modificar los colores me permite explorar resultados estéticos desconocidos para mí.
jueves, 8 de octubre de 2009
ESCALÓN DE ALCOLEA (II)
Después de presentarnos seguimos en conversación amena y siempre interesante, con pinceladas de humor que agradecíamos con buenas dosis de risas.
"Contar escalones –me decía- me ha abierto el entendimiento que tenía obstruido, me di cuenta que las distracciones a mi alrededor eran tantas que no era consciente dónde pisaba.
Recordar ésta simple frase hizo rebobinar en mí situaciones que ayer viví.
Fue así; me desperté buscando una solución a diversos problemas, principalmente el económico y cómo continuar con el último cuadro en mi taller. Pensé que podía con ambos, así que empecé buscando la solución a mi cuadro, creyendo que lo económico era mucho más difícil de arreglar. Estaba en ello cuando sonó mi teléfono;¿ si?, ¿qué problema?, ¡ah!, ¿pero no estaba solucionado?, sí dime, tomo nota, ¿cómo dices?, ¡pero esto no es en lo que habíamos quedado! Y así durante 13 minutos.
Seguí en mis propias soluciones. Me vestí y bajé, sin contar escalones, a la calle. En ese momento mi vecina del primero llegaba con un carrito y dos grandes cajas de cartón en el. Me ofrecí a ayudarla a subirlas. Ya en el rellano de su piso, me explico que eran pañales para su madre, ya mayor, contándome las dificultades que le suponía el cuidado de ella debido a los dolores de cervicales que arrastraba desde hacía tiempo. Era evidente que necesitaba erupcionar todas sus desgracias de buena mañana, así que yo estaba allí, esperando que me salvara la campana, la de la mesita de noche que su madre utilizaba para reclamar la presencia de su hija.
El asalto duró 13 minutos.
Por fin fue el cartero el que interrumpió, ¡divina interrupción!, y pude escaparme del servicio terapéutico que prestaba a mi vecina.
Llegué a la estación del Bicing. Mientras pedaleo suelo estar con mis pensamientos; buenas ideas me han surgido de esos viajes sobre ruedas y algún susto por despistarme.
Tuve suerte, quedaba una bicicleta libre. No llevaba ni cien metros recorridos y apenas dos reflexiones esbozadas, cuando una de las ruedas perdió estabilidad y mis pensamientos se desinflaron.
Retrocedí andando hasta la estación más cercana para dejar la bicicleta y decidí coger un autobús, tal vez allí podría reflexionar con tranquilidad.
En la parada había una larga cola de gente esperando. Bueno, pensé, debe estar a punto de llegar. Cuando empezaba a retomar la solución estética de mi cuadro los comentarios sobre la tardanza del autobús empezaron a distraerme, pues algunos me dirigían la mirada como queriendo que participara de sus quejas. Se me ocurrió decirles que algún incidente importante podía haber pasado para que tardaran tanto los autobuses en llegar. Hasta que pasó un señor que nos informó que había huelga de conductores de transportes públicos. Las quejas aumentaron, los improperios y el mal humor tenían en mí todas las miradas dirigidas. ¡No hay derecho, nos tratan como ganado! ¡Ni se nos avisa, qué cuesta poner un letrero informativo para que no tengamos que perder el tiempo de esa manera! – decían-. Ingenuo de mí, ¿cómo podía explicarles que mis reflexiones podían producirse tanto en el autobús como esperando a que llegara?
Dos veces trece minutos fue el tiempo que estuve allí. Seguiría con interminables distracciones que os aburrirían y no quisiera distraeros de la conclusión a que me lleva la crónica de ese día: concentrarnos en algo que nos interesa nos permite progresar en su entendimiento, ¿nos lo permite la sociedad en la que vivimos?
Escalón de Alcolea estaba en ello cuando me senté a su lado.
miércoles, 7 de octubre de 2009
AMOR QUE MATA (Possessed)
Afortunadamente, sigue la buena técnica cuando se entra de lleno en el meollo del argumento, lográndose magníficos planos, como en la disputa que imagina tener Luisa con su hijastra y en la escena del crimen, planos realzados por el relieve interpretativo que le confiere el arte dramático de la perenne y cada vez superior Jean Crawford.
De todas formas, creemos que la película hubiera ganado muchísimo más si se hubieran soslayado esos diálogos excesivos sobre patología mental. Es decir, a nuestro criterio, menos hipertensiones, menos esquizofrenia y menos manía persecutoria y más poesía, más amor y más Shumann.
Uno de los diseños de página de la revista CINEMA que realizaba mi padre, en el que se ve a Joan Crawford con Clak Gable.
lunes, 5 de octubre de 2009
LUCES
Las tres imágenes que presento son del mismo cuadro. En la primera, la luz que hay en su interior, o detrás de la superficie, según se interprete el cuadro como alma o piel de su autor, está apagada, los colores sólo se iluminan con la luz exterior.
En la tercera imagen, incorporo una máscara detrás de las sucesivas capas de poliéster con las que realizo el cuadro oscureciendo zonas a voluntad. De momento, la imagen que resulta de ocultar zonas de luz es provisional, talvez busque otros resultados o motivos que puedan crear un diálogo de mayor complicidad con el fondo.
He utilizado cinco kilos y medio de resina, lo que equivale a 40 euros, más el bastidor de madera y placas de contrachapado para la parte posterior y los fluorescentes, un par, todo ese material cuesta unos 75 euros. Me pregunto que impulso interior me mueve a realizar éste tipo de obra tan cara, cuando la posibilidad de venta es tan limitada y mis recursos económicos bajo mínimos en estos momentos. ¿Será la necesidad de descubrir? ¿De encontrar sentido al mundo, creando otro diferente? ¿O convertir mi energía en luz que ilumine caminos?
Siempre me queda la duda de quedarme quieto, o escapar, cuando veo avanzar a mis propias obras sobre mí como animales salvajes encerrados en un almacén oscuro. A veces me siento devorado, asfixiado, pero sigo alimentando las bestias.
domingo, 4 de octubre de 2009
DE LOS INGENIOS HUMANOS (Retòrica de Cambra)
Creo al hombre capaz de construir ingenios que se reproduzcan a sí mismos, no me refiero a la ingeniería genética que introducen variaciones en organismos reproductores, si no a la microelectrónica genética. Estos ingenios serían trasladados a algún lugar del espacio, algún planeta que reuniera las características apropiadas para el desarrollo de éstas máquinas. Dichos planetas deberían tener atmósferas cargadas de electricidad y otros componentes básicos para la alimentación de chips electrónicos.
Haría falta una información previa que el hombre introduciría en la memoria de estos seres electrónicos, después ellos mismos ampliarían sus conocimientos y desarrollarían su propia cultura.
sábado, 3 de octubre de 2009
ADVENTO
Cada vez que escucho Advento siento escalofríos en los últimos compases, cuando la tensión musical va creciendo y los tonos graves me golpean el corazón.
FUNCIO DE LA NÓMINA
Nunca me había fijado en esos ciudadanos del ejército estatal. Perdón si ofendo a servidores públicos con un problema menos; perder el trabajo. El sueldo es otro tema, la mayoría se quejarán de insuficiente, y tendrán razón, en eso no me meto, que no se note ningún tipo de crítica, al fin y al cabo todos escogemos lo que podemos, en mi caso escogí la inseguridad laboral a cambio de tener todo el tiempo libre posible, sin horarios fijos, ni relaciones forzadas con compañeros de trabajo, o sumisiones al jefe/jefa de turno a pesar de sus incompetencias, etc., etc.
Para mí, son afortunados, como creo que también lo soy yo, a pesar de mi precaria situación económica.
Pero la vida siempre te sorprende y te ofrece nuevos ejemplos del existir humano. Como encontrarme con Funcio de
No llegábamos a los ocho años de edad pero cada uno ya ocupaba un lugar en la micro sociedad de nuestra clase.
Un día me dejé mis cuartillas noveladas en el cajón del pupitre. Funcio, que también ordenaba el desorden de las clases, a veces se entretenía en fisgonear en los cajones, por escrupuloso, que no por indiscreción. Menudo cómplice de la seguridad pública.
El caso es que al volver del recreo -ese día preferí jugar a fútbol que entretener a mis compañeros con una historia de terror-, me puse a escribir en mi novela mientras el resto hacía sus deberes. La señorita, bueno, la desagradable autoritaria de la maestra, se acercó tomando mis cuartillas para después de una rápida ojeada romperlas acompañándolo con la sentencia: “en clase no se pierde el tiempo con esas cosas”. Hasta los catorce no volví a escribir “esas cosas”, era la historia sobre la fuga de unos presidiarios peligrosos, vigilados celosamente por funcionarios de prisiones.
A los diez años cambié de colegio y perdí de vista a, de
El mundo es un pañuelo, dicen, en él todos estamos y a veces coincidimos, fue seguramente a consecuencia de un estornudo, que nos sacudió del lugar en el que estábamos para reencontrarnos de nuevo.
Tiene un cargo en una empresa municipal que promueve la ocupación laboral. Allí estaba yo, renunciando a mi libertad de horarios por unos ingresos fijos al mes y salir de mi precaria vida económica, aceptando que no tengo las cualidades necesarias para ganarme la vida con mis creaciones literarias, resignándome a mi edad a entrar en la bolsa de empleo, en el saco del miedo, ¿quizás el hombre del saco consistía en eso?
Bueno, Funcio no tiene precisamente un aspecto que infunda terror, de hecho ya ni me acordaba de su cara, fue él quien me reconoció. Era como si estuviera esperándome desde entonces, abriéndome las puertas del infierno.
Sonrió como si hubiera ganado la partida. En ese momento reaccioné, saqué una libreta que llevo siempre conmigo y anoté la dirección de mi blog, ofreciéndosela mientras me despedía figurando que me quitaba el sombrero.
FRUSTRO RESENTIDO
A Frustro Resentido lo conocí no hace mucho tiempo. Fue en una inauguración de pintura, a él le tocó actuar después de la presentación a cargo de un crítico de arte, un tanto soporífera y en absoluto orientadora de la obra que se exponía.
Me impresionó la presencia de Frustro, la seguridad con la que se dirigió al público anunciando la pieza musical que iba a cantar; un aria de Pergolesi y el “Suspiro profundo”, de Andrea Sorrento. Impecable, absolutamente perfecto, quizás demasiada perfección. Imposible hacer ninguna matización a su actuación si dejamos a un lado la emoción. Me pareció como el virtuoso al que le falta el defecto que nos permite comunicarnos con él.
Al terminar, los aplausos parecieron no importarle, en eso se parecía a un habilidoso prestidigitador qué, a sabiendas del engaño, hace como si de magia se tratara.
Me acerqué a él junto a una amiga que me lo presentó, charlamos, de música, por supuesto. Lo que al principio era una fuente de información inagotable, pasó, al rato, a un creciente catálogo de críticas, reproches, desprecios y juicios de desaprobación a todo el mundo musical, desde los aficionados que hablan sin saber, pasando por los críticos que creen saber, pero son ajenos a la honestidad profesional. Los intérpretes, a los que consideraba más o menos importantes según su afiliación política y compromiso social. Los promotores, directores de auditorios, y cómo no, los de orquesta, a los que, en el fondo, envidiaba.
El tono de voz iba en crescendo, sostenuto y presto.
Era evidente que no se le tenía en aprecio, tampoco se contaba con él para las grandes actuaciones, aunque se le respetaba por sus conocimientos y argumentaciones.
Nos contaba -ya éramos un círculo importante a su alrededor-, que debía dedicarse a la docencia en lugar de la interpretación por culpa de la ausencia total de sensibilidad de los dirigentes culturales.
En mucho tenía gran parte de razón, pero su vehemencia escondía un cierto resentimiento hacia la profesión. Tanto saber llevaba añadido los límites de su propia capacidad artística. Esa frustración tensaba cada una de sus palabras, el cantábile de su voz se volvió desgarrado, las disonancias se mezclaban con desafinados gritos y poco a poco sus cuerdas vocales le provocaron una disfonía considerable que lo paralizó dramáticamente.
Alguien le acercó un baso de agua mientras otro le ayudaba a sentarse. Había perdido la voz. Los dolores de garganta se dispersaron por el pecho y la espalda anunciando un malestar crónico a partir de ese día.
Aún siendo marginado por los promotores, hubiera podido seguir cantando por el propio placer que ello significa, pero utilizó su voz con tanto esfuerzo para la crítica que nunca más recuperó el canto y quedó en un silencioso “Suspiro profundo”.
viernes, 2 de octubre de 2009
ESCALÓN DE ALCOLEA
Hace unos días me llamó la atención un hombre viejito que estaba sentado en un banco, con su mirada serena y fija en dirección frontal hacia un punto indeterminado que atravesaba caminantes, automóviles y edificios. Ignoro qué información procesaba.
Me inquietaba de tal manera que no pude resistirme a acercarme y sentarme junto a él. Me sentía confortable a su lado y su presencia me producía cierta paz y silencio a pesar del barullo de vehículos a nuestro alrededor.
No se inmutó apenas. Le miré y disculpándome por si le podía molestar le pregunté si necesitaba alguna ayuda. Se giró lentamente y mirándome con naturalidad sonrió a mi pregunta.
¿Quién de los dos necesita ayuda? pareció responder con su silencio.
Le dije que no sabía realmente porqué estaba sentado a su lado, pero sentía curiosidad por saber quien era.
Quería oír su voz, así que insistí en provocar alguna respuesta suya.
- Hoy es el primer día –fue su respuesta–. Hace una semana –siguió diciendo– que cuando llego a mi casa cuento los escalones de la escalera. El primer día me fijé en los peldaños, me sorprendió su estado envejecido y deteriorado. También reconocí el ruido, al pisar en el rellano del segundo piso, que cada día escucho desde mi habitación, era una baldosa que se había desprendido del pavimento. Cuanto más arriba subía, en peor estado se encontraban las tabicas y las zancas, nunca antes fui consciente de ello. Así que, al día siguiente, volví a contarlos mientras observaba las paredes y los desconchados de la pintura. Al llegar a mi rellano el número de escalones se había incrementado en cinco, de los cincuenta y tres del día anterior.
Creí haberme equivocado al contar, así que el tercer día los volví a contar. La barandilla en la que me apoyaba estaba llena de polvo y en algunas partes oxidada. ¡Sesenta y tres! ¡Cinco escalones más! Pensé que de nuevo me había descontado mientras miraba el deterioro de las hileras de barrotes.
Toda la escena me la contaba el viejecito con total parsimonia y sin apenas inmutarse.
Yo le escuchaba con curiosidad e inquietud.
Pero, ¡Ah, amigo mío! Mi sorpresa fue mayor que en los días anteriores. Setenta y tres fueron los escalones anotados en mi libreta, diez más que el día anterior.
He de decirle, que hace una semana cumplía 53 años, hoy tengo el aspecto de un hombre de 73. Así que he decidido no volver a subir más por la escalera de mi casa, ésa que estoy mirando fijamente desde este banco.
¿Cómo se llama, joven? -me preguntó-, Ricardo, contesté, ¿y usted?
- Escalón de Alcolea, para servirle.