martes, 15 de septiembre de 2009

CRÍTICA DE CINE (Candilejas)

Nuevamente, dejo un espacio para las críticas cinematográficas de mi padre, Josep Pascual Llorens. Ésta, también del año 1955, cuatro meses antes de mi nacimiento. Ya entonces tenía yo una hermana, lo que talvez un segundo hijo obligó a mi padre a abandonar esa afición a escribir críticas y construir sus álbumes cinematográficos, las obligaciones para con los hijos en esos años debieron ser tan difíciles como siempre para las familias con ingresos tan ajustados. Mi madre, también participaba económicamente haciendo arreglos como modista, pero mucho me temo que acabó como tantas mujeres en aquellos tiempos, sacrificando sus inquietudes por la intendencia del hogar. Mi homenaje y gratitud a sus renuncias -por mi hermana y por mí-, es el grato recuerdo que siempre tendré hacia ellos junto a mi decisión en mantener activa la creatividad artística que me transmitieron.

CANDILEJAS, “Limelight”

Hablar o escribir sobre Candilejas, es hablar o escribir sobre Charles Chaplin.
La impronta de su fuerte personalidad abarca totalmente la aureola de cualquier obra en la que actúe, dirija, o argumente. Como en la presente y casi la mayoría de todas sus creaciones, Chaplin ha sido el autor del argumento, ha dirigido la obra, la ha interpretado y además ha compuesto el bello leitmotiv musical de la cinta. Nos encontramos, pues, en que Candilejas es una obra totalmente de Chaplin, una obra suya personal, creada y sentida por él, erigiéndose con ella en coloso auténtico y genio único inimitable del séptimo arte.

Este hombre único en la historia del cine -que nació con él-, no es sólo el payaso de indumentaria miserable y pose grotesca que a tantas mul­titudes y generaciones ha hecho reír, detrás de su "pose", Charles Chaplin escondía siempre una amarga verdad, un sentido realista de la vida, un tono patético y social que disimulaba con sus gags cómicos para mostrarnos como en caricatura, el sentido de la vida misma.

Desde El Chico, El Circo, Luces de la ciudad, Tiempos Mo­dernos, entre las de largo metraje, hasta llegar a Candilejas, después de pasar por El Gran Dictador y Monsieur Verdoux la escuela Chapliniana habrá marcado una época imborrable en la historia de la cinematografía. Porque Candilejas habrá sido su obra cumbre, maestra, quizás como un compendio de toda su propia vida; en ciertas fases Chaplin ha sido un hombre que ha vivido intensamente la vida y nada menos que la vida inquieta del cine en todas sus facetas. A sus sesenta y tres años, Chaplin no se considera un viejo acabado, como el Calvero de su cinta, y triunfa una vez más en la vida, como nunca quizás, como un canto del cisne en el ocaso de toda una existencia llena de luchas, rencores, éxitos, amores y desengaños. Pero en ello precisamente está el concepto irónico que de la vida misma tiene Chaplin, que debe reírse de todo el mundo y de si mismo también, al tener ante si al tiempo, quién, como dice él mismo Calvero en la cinta, "... el tiempo es el autor que siempre encuentra un justo final..."

El contraste de Teresa, la bailarina con el complejo de ser vencida moralmente en plena juventud, con el payaso Calvero que quiere ser optimista siempre y paseando una dignidad que cuenta sólo en el pasado glorioso y que se encuentra apartado a un lado de la vida, porque como él dice "... la vida es un teatro y yo soy un payaso retirado..."; nos es contado todo ello con una ternura y desenfado que penetra en nuestro ser con punzante dolor a veces y un candor poético inefable, otras. Con que sencillez y sentimiento Chaplin nos relata las miserias humanas y las razones propias de la existencia; como el mismo Calvero cuenta a Teresa, cuando de pequeño le pedía juguetes a su padre y éste le contestaba "... éste - señalándose el cerebro -, éste es el mejor juguete...", Chaplin juega con la imaginación, la suya y la de los demás y de ahí surge el encanto de sus obras, cómicas en la forma, pero tremendamente trágicas é irónicamente patéticas en el fondo.

No podemos considerar técnicamente a Candilejas, porque su técnica es simplista solamente, sin alardes, a base de travellings y primeros pla­nos, y no necesitaba de más, porqué las obras de Chaplin, son hechas con el corazón, "... corazón y mente, que gran enigma..." así dice Calvero. Las obras de Chaplin, más que para ser vistas, son para ser sentidas, comprendi­das. Porque, cuanta verdad hay en ellas, cuanta realidad cruda, la mayoría de las veces descarnada, brutal, pero repetimos, Chaplin nos lo ofrece siempre envuelto en el celofán de su poesía y de su comicidad irónicamente patética.

Josep Pascual Llorens. 12-6-1955.

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