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viernes, 7 de octubre de 2011

PERVERSIDAD


Aún en forma vaga, pero indeleble, recordamos haber visto hace bastantes años esa “PERVERSIDAD” de ahora, mixtificada por el tiempo y el “bluff” de la modernidad. Se titulaba entonces, “LA CHIENNE” (La Perra), versión francesa de Jean Renoir, interpretada por Michel Simón, Janie Marese y Georges Flamant. Una adaptación verdaderamente cruda y realista de la obra de G. de la Foucharchére, continuador en la esfera latina de la literatura eslava, tormentosa, de la brutal reali­dad de la vida, de los Dostoiewski , Tolstoi, Chejov, etc.

En aquel entonces, en pleno apogeo del cine europeo expo­nente del realismo sugerente, "LA CHIENNE”, fue un eslabón más que jalonaba ese cine de imágenes auténticas, expresionistas, reflejos de al­mas torturadas, vencidas, viciadas en el ambiente oscuro de las noches trágicas en las callejas sórdidas, donde se traficaba con el amor, la juventud y la belleza.

Ha llovido mucho desde entonces, y Fritz Lang, uno de los poetas, precisamente de ese cine que acabamos de glosar, ha viajado también mucho. Un artista más que cruzó el gran charco, absorbido por el poderío de la industrialización. Y ya no hemos visto más aquel Fritz Lang de “LILIOM” , “M” , "METRÓPOLIS”, “DOCTOR MABUSE”. Solamente unos balbuceos personalistas, "FURIA”, “SÓLO SE VIVE UNA VEZ”, que denota­ban un ansia de querer sin poder, de actuar con las manos atadas. Y lle­gó el momento en que Fritz Lang se mete a productor*. Sí, señores, el artista renuncia, termina, ahora es el magnate que rige y dirige se­gún los cánones “standard" , encauzados en forma de guión por Dudley Ni­chols; un buen guionista, a pesar de todo.

Y de la muestra surgió, "SCALRLET STREET”, una versión completamente americanizada de "LA CHIENNE", en donde se ha variado todo al gusto del consumidor. Se ha trasladado el tiempo de la acción, el ambiente, el escenario es el Nueva York actual, cuando tenía que ser el París bullanguero, típico, trágico, con sus barrios bajos y su multicolor y picaresco Montmartre, se ha convertido a Lulú y Dedé, la "grisette" y "su hombre”, en unos vacíos y grotescos personajes en los que se quiso descubrir una psicología que no existe; y se ha recargado en todo momento, exage­radamente, el carácter de todos los intérpretes, en general en forma desproporcionada al ambiente en que se nos presentan.

Hasta aquí, “SCARLET STREET”, versión americana. Pero por si fuera poco, le cinta, sigue su fatal línea descendente, hasta llegar a ser “PERVERSIDAD", en donde por obra y gracia de unas directrices que no vamos a discutir por demasiado rebatidas, se nos ocultan y desfi­guran frases y hechos que están en la mente, é incluso, a la vista de todos. Hecho lamentable que se repite una vez más.

Volviendo a la película en si, diremos, para terminar; que de Fritiz Lsng sólo resta su innata habilidad para los juegos de luces y los momentos de efectos fatalistas, amén que de algún que otro deta­lle de observación y nada más. Una buena ayuda la tuvo en la labor de E.G.Robinson, una de las pocas cualidades de la cinta que se nos quiso presentar como realista.

Pero, señores, no confundirse, ni nos confundamos, el autén­tico cine realista, expresionista, es el de "LA CHIENNE" originaría, y no el de esa mixtificada y comercializada “PERVERSIDAD”.


PRODUCCIÓN UNIVERSAL 1945.

DISTRIBUCIÓN. UNIVERSAL.


*Con Walter Wanger y Joan Bennet, funda la “Diana produccions”


José Pascual Llorens

7/1/1947



miércoles, 24 de agosto de 2011

NÁUFRAGOS


El espectador de “NÁUFRAGOS” - nuevo alarde de exposición de Hitchcock- es un náufrago más. Un náufrago permanente e invisible, invulnerable, colocado en ese bote-salvavidas junto a los supervivientes y a los que contempla, interesado, con intriga, angustioso.

Desde los primeros fotogramas se adivina, ya, el nervio de la dirección, con aquella panorámica descriptiva por simples objetos que flotan en el agua de la tragedia que se nos quiere sugerir. Sin perder tiempo, Hitchcock, que nos demuestra en este nuevo tema su inquietud de superación original, nos sitúa ya dentro la barcaza de la que no hemos de salir hasta el Fin.

Es precisamente en esa limitación de escenario, en esa escasez de elementos - un bote-salvavidas y nueve personas en medio del Océano- en donde se nos maravilla con la sencillez que puede realizarse una película; sin truculencias y sin ampulosidades. Sólo se requiere habilidad y conocimiento del oficio. Y por eso, Hitchcock, juega con sus personajes, nos descubre sus vidas, sus ilusiones, sus fracasos, cala hondo en la psicología de todos, y hasta a veces llega a ser cruel con ellos y también con nosotros mismos.



También, a veces, en algunos planos, en algunos diálogos mejor; pierde su personalidad, se esfuma - Oh América, América - para resurgir poco después y seguir con su desmenuzamiento de las pasiones humanas y descarnadas realidades.

Hitchcock, saca partido de la circunstancia más intrascendente y de la situación más pueril. Con el tema de Steinbeck, el realista escritor norteamericano, ha conseguido el máximo de expresión visual, dentro de sus posibilidades, lo que consiguió también de la interpretación.

Tallulah Bankhead, actriz que en su tiempo no llegó a imponer­se en forma definitiva, ha vuelto al cine con “Lifeboat” (“La Zarina”, es de fecha posterior) después de una brillante carrera teatral, demostrándonos su gran madurez artística y su gran valía interpretativa. Qué lástima de doblaje, al privarnos de su voz fuerte, bronca, tan personal.
La inquietud de originalidades de Hitchcock y su gran dominio expresivo del “tempo”, han seguido su camino con “NÁUFRAGOS”, y también con un nuevo éxito, porque no es para menos, sugestionar al espectador durante hora y media, con la escasez y sencillez de elementos de una barcaza, nueve personas y unas transparencias, que, aunque a veces no lo parezcan, no por eso dejan de serlo.

JOSÉ PASCUAL LLORENS

18-1-1947

PRODUCCIÓN: C.FOX 1943.

por Tallulah Bankhead, William Bendix, John Hodiak, Henry Hull.


martes, 19 de julio de 2011

Forajidos, (The Killers)


Casi habíamos olvidado ya al aterrorizante y sonoro efec­tista film de gánsteres, con sus callejas metidas en sombras, sus habitaciones desordenadas y sus colts que hacían trepidar las plateas cuando vaciaban el cargador.

Desde “Scarface” y “City Streets” –analógicas cintas en el género del gansterismo filmado-, no se nos había ofrecido, hasta ahora con “Forajidos”, cinta de valores artísticos tan calibrados. Porque toda la serie de cantos al hampa dorada que siguieron a aquellas en su afán de imitación, sólo fueron unos muchos de miles de metros de celuloide, sacrificados en concesión al voraz gran público que abrió el nuevo filón.

En “Forajidos”, la literatura novelística de la obra original de Ernest Hemingway se mantiene intacta. En las dos obras anteriores de éste escritor llevadas a la pantalla, “A farewell to Arms” (Adiós a las armas”), y “For whom the bell tolls” (Por quién doblan las campanas), lo de aventura y al mismo tiempo humano del espíritu de éste escritor americano se traslucen diáfanos.

La humanidad de "The Killers" (Los asesinos), uno de sus últimos libros más realistas, que trata de un hombre que por haber violado el código del hampa yace en la cama esperando su castigo inevitable, no ha sido deformada ni exagerada. Simplemente traducida en cine en imágenes y cuyos contrastes de luz y juegos de sombras en focos bajos -que la cámara de Woody Bredell en atrevidos enfo­ques plásticos captó-, dieron el ambiente de tensa sensación y tono dramático, con la ayuda de la música de fondo magnífica de Miklos Rosza, ajustadísima al momento y sugeridora de la intensidad de la acción.

El arranque inicial de la cinta es maravilloso, Robert Siodmak repite, perfeccionada, su escena del mostrador de la “Dama Desconocida”. Juega, después con las perspectivas, la intriga y la plasticidad del más puro cine alemán y domina el tempo, el en­foque de cámara y todo el conjunto de la atmósfera que nos aprisiona.

Siodmak, después de su fracaso de “Luz en el Alma” -víc­tima de sus concesiones a Diana Durbin-, vuelve a ser el buen Siodmak de "La Dama desconocida” y “El Sospechoso”. Y vuelve a serlo porque ni Burt Lancaster, ni Ava Gardner, cuidan la "pose” -acaso por ser su primer film- y porque se ha ceñido puramente al tema, tratando a cada personaje por su dimensión, por su valor, por su concepción y por su carácter. Por eso la cinta resulta humana, natu­ral, sin exageradas salvas de pólvora, sólo las justas, las precisas, y además Siodmak, no olvidó cómo usar con tacto la narración retrospectiva, al amparo de cada personaje que le hilvanaba la acción, marcándole el ritmo que, en forma gradual, tenía que seguir.

JOSÉ PASCUAL LLORENS

22/2/1947

Producción: UNIVERSAL, 1946.

Dirigida por: ROBERT SIODMAK

Interpretada por: BURT LANCASTER, AVA GARDNER, ALBER CECKER.



jueves, 14 de julio de 2011

Dos en el cielo





No es “Dos en el cielo”, una película que entusiasme al gran público. Lo comprendemos. En primer lugar, no tiene alarde técnico alguno del otro jueves, sencillamente la buena técnica "stan­dard" americana; y en segundo lugar no tiene una excesiva espectacularidad concesionaria ni nada, ó muy poco de lo que gusta a las masas, a pesar de los eternos convencionalismos que rigen los cánones del es­tudio. Pero tiene en cambio esta cinta un algo que no logra captar todo espectador. De ahí la poca aceptación de la cinta en su estreno.

Oyendo comentarios de ese público festivo, en cierta parte algo «snob», en otra, indiferente, aburrido, incomprensivo, el mismo que a media película distrae a los demás con el frú-frú de la ce­lofana de los bombones de chocolate; oyendo sus comentarios, repito, no pudimos por menos de pensar que no se les puede exigir mucho a esas mezquinas y rutinarias mentalidades.

“Dos en el cielo”, según el punto de vista de otro productor, hubiera podido resultar un drama realista tremendo, aluci­nante, muy a la moda de hoy día. Afortunadamente para el “film”, en él no ha resultado nada de eso.

No vamos a discutir sobre el tema, inverosímil, incomprensible, ultraterrenal en su explanación. Dejemos la solución del mismo, si es que la tiene, para el más allá, y aceptémoslo ahora tal cual se nos presenta. Es mejor así. Será si se quiere, una forma muy deportiva de tratar el asunto, algo despreocupada, muy americana, pero muy agradable, deliciosa y mírese cómo se quiera, la única natural. Cada uno podrá reaccionar según su modo de ser y de pensar, pero nadie podrá negar el fondo poético y lleno de espiritualidad de la obra.

En ése punto estriba el máximo valor de la película.

Repetiremos que la misma tiene defectos, tópicos mejor, pero ese halo de poesía que fluctúa en todas las intervenciones del espíritu burlón de Spencer Tracy; ese romántico lirismo de los pensamientos de Irene Dunne; ese poder ignoto - posible o no posible - sobre el hombre que empieza a serlo, por un ansia de poder; toda esa virtud, esa esencia nimbada de música celestial, todo ello, repetimos, es algo que se ve, se siente tan raramente, que es por ello que consideramos que la cinta vale la pena de una atención más noble. Será mucho pedir a ese sector tan materializado, pero es que es una verdadera lástima que una cinta tan pura, tan honrada, cinematográficamente hablando, haya tenido una tan fría acogida, incluso por aquellos que se precian de saber distin­guir entre el cine-espectáculo y el cine-cine.

Este bello mensaje espiritual llega hasta nosotros tan suavemente, de forma tan sutil, gracias a la sensibilidad de Víctor Fleming, quien tuvo toda la ayuda en el primor, el sentimiento y la eté­rea feminidad de Irene Dunne y la sobriedad y despreocupación vacía de “pose” del arte de Spencer Tracy.


José Pascual Llorens

21-3-1947.


PRODUCCIÓN M-G-M. 1943.

DIRECTOR, VÍCTOR FLEMING

ACTORES: IRENE DUNNE, SPENCER TRACY.

domingo, 6 de junio de 2010

La escalera de caracol

LA ESCALERA DE CARACOL (The Spiral Starcaise)
o las escaleras de ROBERT SIODMACK

Hemos de agradecerle bastante a Robert Siodmack. En primer lugar; porqué es uno de los escasos directores europeos que una vez en Hollywood supo mantener su personalidad y su modo de hacer con ese «spirit» de la vieja Europa, secuela del mejor estilo de los Wiene, Murnau, Lang, etc.; y en segundo lugar, porque siempre en sus realizaciones existe la nota variante, original, inquieta, en hallar formas nuevas inéditas de expresión.
Siodmack no es de los que se estanca. Es un director impulsivo, genial, y encasillado en el tipo de melodrama hoy tan en boga en que se juega a criminales, paranoicos y maniáticos, es el que nos ha ofrecido de lo mejor en el género.


Admiramos en Siodmack su maestría para el «narratage», su habilidad en mantener la intriga hasta el plano final, el uso de los focos que plasman unos contrastes de luz efectistas en grises de platina, la música que exige rubricando la acción y sobretodo sus escaleras. Siodmack juega hábilmente con ellas en su expansión, planificándolas en perspectivas de efectos expresivos. Ello nos recuerda aquellas mejores escenas del asesinato de MAZURKA de Wllly Forts.

Siodmack exprime al máximo el efecto de una escalera con la cámara al pie de la misma o a la inversa enfocando hacia abajo desde arriba, o en vuelo sobre la misma. Ello lo hizo en «EL SOSPECHOSO», lo repitió en "PESADILLA", lo vemos ahora en "LA ESCALERA DE CARACOL" y más tarde había de conseguir el máximo logro con su obra cumbre "FORAJIDOS".
De “LA ESCALERA DE CARACOL” no olvidaremos aquel maravilloso “travelling” hacia atrás, con Helen subiendo, hasta descubrir los pies del asesino, ni las expresiones irrebatibles de la mudez de Helen ante el espejo de la escalera, ni el impresionante ojo criminal en primerísimo plano, junto a las secuencias de los asesinatos magníficamente logradas ni la escena final en la escalera de caracol, y sobretodo, los primeros metros de la cinta sin una palabra, desde el “travelling” en panorámica que descubre la calle, hasta el asesinato de la joven coja, pasando por la sesión del cinematógrafo de rancio sabor. Todo en una expresión puramente cinematográfica y que el escaso diálogo en si del resto de la cinta corrobora en su totalidad el nuevo triunfo de Siodmack como excelente realizador.

Si se añade a ello lo acertado de cada personaje en su respectivo papel -de los que sobresale Dorothy Mc.Guire, que por cierto no necesita de su habla para expresar sus sentimientos- nos encontramos con que uno se olvida de que “LA ESCALERA DE CARACOL” sea precisamente una película de miedo, terrorífica, lo que viene a demostrar una vez más que cuando en cine se halla la exacta medida de la expresión visual no existe tópico alguno que sea un escollo.

JOSÉ PASCUAL LLORENS, 1947

PRODUCCIÓN R.K.O. 1947
DISTRIBUCION R.K.O. RADIO.

domingo, 25 de abril de 2010

TRES CABALLEROS


“TRES CABALLEROS”, podríamos decir que es todo el ingenio, la fantasía y la inspiración desbordada de Walt Disney, aunado en su conjunto en un orden técnico máximo, superior a todo lo que nos ha ofrecido por ahora. Hasta el momento nada más, porque no sabemos adónde llegará ese mago del lápiz, del color, y del movimiento, con su inagotable vena artística, genial, única, que nos hace pensar en un poder divino creador.

El fondo de la cinta, es de propaganda, de panamericanismo rabioso. Una propaganda que sigue la pauta de, “SALUDOS AMIGOS”, pero hecha con una mayor habilidad.

La irrealización de la figura humana por Walt Disney, ha inducido a éste a combinar los personajes reales con sus dibujos, técnicamente la cosa resulta, pero preferimos y siguen siendo lo mejor sus propias creaciones; Donald, José Carioca, Panchito, Polo, el burro volador.

Disney tiene en su cinta momentos de sublime belleza, re­posada, poética, de ensueño, usando la música sensual en un fondo de nostalgia sobre panorámicas semidocumentales y en las que el color y el dibujo son un derroche de imaginación y vena artística. De ahí lo conseguido de sus fragmentos Bahía y México.

Después, Disney se despliega, se absorbe a sí mismo con su color, se emborracha de movimiento, de música, de pinceladas, de luz; nos repite, con lente de aumento, la orgía visual y acuática da Dumbo en el sueño de éste, allí más a propósito y acertado que en ésta ocasión, ofreciéndonos con ese desenfreno retazos de un cine de vanguardia y efectista.

Con “TRES CABALLEROS”, la vista y el oído no descansan un segundo, el espectador es un compañero más de Donald, sorprendido como él en su viaje a través de paisajes, nubes, playas; la música -sambas y corridos- penetran con deleite en nuestro oído, la vista se embriaga de sorpresas, de color, de vivacidad, de movimiento inacabable, de fantasía impetuosa, y todo en un espectáculo palpitante, da entreteni­miento y también de arte en todas sus dimensiones.

JOSEP PASCUAL LLORENS
18/5/1947

Producción Walt Disney 1945.
Distribución R:K:O: Radio

miércoles, 17 de febrero de 2010

LA EXTRAÑA PASAJERA



No importa mucho que en ésta cinta existan, en un tono menor, situaciones forzadas, huecos convencionalismos y concesiones de diálogo. No importa, por ejemplo, que veamos una transmutación meteórica en la persona de Carlota, que exis­tan coincidencias de encuentros que se repiten y que algunas escenas pequen de afectación. No importa, en fin, que se nos quiera llevar de la mano para mostrarnos, sorprendernos, con lo que ya intuimos, por aquello de que siempre puede arreglar­se todo a gusto del consumidor.

Todo ello no importa, repetimos, porque llega a quedar diluido, borrado casi, apenas perceptible por el arte interpretativo y el talento genial de Bette Davis; incluso no im­porta que ella misma sea físicamente antipática, vulgar, por­que su rostro está reñido con los cánones de la estética. Sin embargo, todo queda semi-obscurecido en la penumbra por el matiz expresionista de sus interpretaciones, por su inteligen­cia, por su carácter y por su exclusividad del espíritu del papel que interpreta; todo a despecho de su fealdad, atrayen­do y cautivando, dejando en nosotros un recuerdo perennemente vivo con poesía de un arte nato. El talento de Bette Davis está siempre por encima de lo artificioso, de lo convencional y de lo rebuscado, convirtiéndolo a su antojo y a nuestros ojos en un todo natural, sencillo y realmente humano.

Por ella, por Bette Davis, reconocemos a «La extraña pasajera» como una buena película y si añadimos que Irving Rapper ha hecho una buena labor con el psíquico intríngulis bordeando el abismo de lo morboso, que Sol Polito ha manejado una cámara ágil, inquieta, que salta siempre al alcance del intérprete del lugar y del motivo y que Max Steiner ha compuesto una fra­se musical romántica que viene como anillo al dedo al amor su­blime que se profesan Carlota y Jerry, tendremos suficientes valores cualitativos para que le cinta penetre y convenza a pesar de sus situaciones forzadas, de huecos convencionalismos y de concesiones vulgares.

Pero... como dice Carlota en el plano final de la cinta, podemos decir nosotros,...” porqué hemos de querer la luna si ya tenemos las estrellas...”

José Pascual Llorens.
19 de octubre de1947

Producción Warner Bross 1942.


domingo, 3 de enero de 2010

LA DAMA DEL LAGO

El primer post del año lo quiero dedicar, una vez más, a las críticas cinematográficas que escribió mi padre entre los años1940-50. Ésta vez con una película y un actor olvidados: LA DAMA DEL LAGO, interpretada por Robert Montgomery.

"Aún recordamos aquel Robert Montgomery que para nosotros es y será el auténtico, aquel Robert que era siempre el chico mimado, con un piso en la Quinta Avenida, con su eterno smoking, su leve tambaleo y arrastrándose de barra en barra para pedir un whisky. Intranscendente si se quiere, pero demostrando su buena madera do actor, cosa que confirmó al efectuar una escapada al género dramático en, "Al caer la noche”.
Pero llegó la guerra y con ella la movilización, Robert fue destinado a ser un héroe más. De allí volvió más formal, más hombre, más curtido y en consecuencia con ganas de renovación.
Volvió a interpretar, pero empezó a dirigir sustituyendo a Jhon Ford en, “The were expendable”. Ello le animó y se lanzó en busca de algo diferente en la técnica, algo original que se apartara de lo trillado, y aquí está, “LA DAMA DEL LAGO”.
En realidad, no puede decirse que esa originalidad técnica sea precisamente una innovación en el séptimo arte, el cine francés de avant-guerre lo empleó sistemáticamente y sin ir más lejos hemos visto últimamente muestras de ello en el film de H.G. Clouzot -ganador del primer premio de dirección en la Bienal de Venecia de 1947-, “El asesino habita en el nº 21”.
Robert Montgomery no ha hecho más que prolongar el sistema en su extensión, lo que da lugar a una lentitud hija de la falta de vivacidad y ritmo obligados por ésos diálogos de los personajes con la cámara, que vienen a ser cinematográficamente hablando, unos monólogos insoportables, aunque el monólogo sea, la mayoría de las veces, una cara tan atrayente como la de Audrey Totter.
De todas formas es de elogiar esa inquietud de Robert Montgomery para encontrar algo nuevo, aunque preferimos aquel Robert cínico y tambaleante con una copa de whisky en la mano."

JOSEP PASCUAL LLORENS
(9-11-1947)

Producción M.G.M. 1946.

jueves, 29 de octubre de 2009

ANA KARENINA

En esta tercera versión cinematográfica del drama personal de Tolstói adaptada por Jean Anouilh y Julien Duvivier, hay algo que sobresale por encima de todo, y ello es una exquisita “finesse” de ambiente y atmósfera, con un empaque total de dignidad artística.
Es una lástima, empero, que ello se vea malogrado en ciertas secuencias por unos forzados y reiterativos planteamientos de carácter, que resultan más al descubierto por una interpretación secundaria muy “inglesa”, es decir, algo fría y en ciertos momentos estática e inexpresiva. Así por ejemplo incluso en los primeros papeles ya que a Kieron Moore no le bastan sus ojos profundos y su físico para sobrellevar una interpretación que no pasa de discreta, e incluso el mismo Ralph Richardson, gran actor, al lado de escenas magníficas tiene otras que se asoma el resabio teatral.
Vivien Leigh en cambio, está por encima de todo ello, ofreciéndonos una de sus mejores interpretaciones; más bella que nunca, expresiva en todo momento y plena de matices.
Lo más logrado de la cinta lo obtuvo Duvivier, aparte de la atmósfera y el ambiente, en los diálogos de Karenin con su mujer, pero en cambio le falta tacto en la escena final, quizá por querer sustraerse a la anterior versión de Clarence Brown. Duvivier ha machacado demasiado en forma excesivamente cruda el pecado mortal que comete Ana Karenina. Recordando la versión de Brown de dicha escena, que intuición, que sugerir, solamente a base de sombras y ruidos de fondo la tragedia llegaba más a nuestra alma, sólo presintiéndola, sin verla. En cambio, Duvivier, se muestra demasiado realista y por ello la escena roza los límites de lo repelente y en consecuencia se aparta de una resolución que pudo ser imaginativa y simbolizada.
A pesar de todo ello no empaña el máximo valor de la cinta, que como decimos anteriormente, rezuma toda ella honradez y dignidad artística.

Josep Pascual Llorens, 1948

sábado, 17 de octubre de 2009

CRÍTICA DE CINE (RECUERDA)


El género detectivesco ha llegado a explotarse en demasía y convenía buscarle una variación. Esa surgió en forma de melodrama psicológico, del que se sacó un efectismo positivo con el uso de las técnicas fotográficas. Pero la ambición cineasta es muy amplia y del campo psicológico se aventura al peligroso terreno de le psiquiatría.
Peligroso por su fragilidad de comprensión, dificultades de exteriorización é influencia nociva, si no fuera Alfred Hitchcock -mago del melo­drama- su realizador.

En ese estilo, Hitchcock - continuando en América su brillante ca­rrera iniciada en Inglaterra -, ha impregnado a sus cintas, vulgares en el fondo, una calidad artística y un sello personal inconfundible. Ese ses­go singular, el ambiente original -quid de todas sus películas-, su domi­nio del momento intensivo, pulsativo de los resortes emocionales, calculador de la intensidad en la acción, jugando siempre con los nervios del espectador, apurando angustiosamente el momento que se espera, todo ello aunado con el maravilloso uso que hace de la cámara le han fundamentado esa personalidad especializada, que incluso el "estandarismo" americano no ha podido desfigurar. En el complicado juego del psicoanálisis manipulando con paranoi­cos y esquizofrénicos Hitchcock nos maravilla nuevamente con su talento.

Ilustración de Pere Pascual Llorens

Con extraordinaria verosimilitud se nos cuenta la tragedia de un amnésico que cree ser asesino, descubriéndose la verdad gracias a un sueño - siguiendo les teorías de Freud - y por la voluntad de una doc­tora psicópata, motivando su enamoramiento. Un fino "love story" relajante, ante la excesiva tensión de la cinta. Desde el primer instante, la intriga ya no cesa un momento, man­teniendo en continuo suspenso el interés. Realmente existen en RECUERDA fotogramas de enorme atracción, con un esmero que se mueve en semicír­culos, obediente al ingenio de Hitchcock y recreándose en los objetos de vivificante acción; el vaso de leche vaciándose como en la misma boca del espectador, la navaja de afeitar en la mano del paranoico, un cuchillo cortando, la pistola en primerísimo plano como intérprete principal de le escena y además esa alucinante exposición del sueño, una surrealista escenografía realizada por nuestro compatriota Salvador Dalí.

La interpretación es inmejorable, una Ingrid Bergman cada vez más actriz de lo que ya nos tiene acostumbrados, expresando su excepcional tem­peramento con elegantes maneras, intensidad y candor sentimental. Gregory Peck confirma y revalida su meteórico estrellato con su atormentado papel y los secundarios, como siempre, ajusta­dos al engranaje de toda producción perfecta.
RECUERDA
es un film alucinante, absorbente, sobrenatural, que ahonda en el misterio de la mente humana y que sólo el genio y la habilidad de Alfred Hitchcock podía llevar al éxito mas completo y logrado.

Josep Pascual Llorens, 28-9-1946

Producción United Artists 1945
Distribución Procines